viernes, 8 de febrero de 2013



La renovacion de caperusita roja
Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.
Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...
De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
- No está lejos- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo.
El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta.
La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.
Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.
El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!.
Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.
En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá. Fin

miércoles, 6 de febrero de 2013

el osito puly

El osito Puly
Había una vez un niño verdaderamente bueno y estudioso llamado Fulvio.
Tenía un hogar muy humilde y a veces sus padres no podían comprarle los libros y útiles necesarios para el estudio. Sin embargo, con dedicación y empeño el niño conseguía en la escuela las mejores calificaciones.
Un día, los padres de Fulvio resolvieron premiar la buena conducta de su hijo, y utilizando algunos ahorros que habían juntado con sacrificio, Le compraron un obsequio.
Estaban muy contentos con su hijo, sobre todo porque este nunca decía mentiras, esa costumbre tan fea que tienen algunos chicos.
Le trajeron entonces un hermoso osito de paño color rojo, el mismo que Fulvio siempre se paraba a mirar en la vidriera de la juguetería, al salir de la escuela.
- Toma –le dijeron los padres-.sabíamos que te gustaba tanto y te lo compramos para vos.
Fulvio lo recibió emocionado. Le puso de nombre Osito Puly.
Esta de más decir que Osito Puly se convirtió desde entonces en el compañero inseparable del niño. Siempre estaba en sus juegos.
Precisamente una tarde, mientras se encontraba jugando a solas, Fulvio escucho de pronto que el osito lo llamaba por su nombre.
El niño se sorprendió muchísimo al escuchar que Puly le hablaba.
No podía salir de su asombro. Le parecía que estaba soñando, y por ello tardo un largo rato en responder.
- Pero… -dijo al fin maravillado al osito-… ¡nunca me hubiera supuesto que pudieras hablar y llamarme por mi nombre, como lo acabas de hacer! Tú eres un juguete y yo creía que los juguetes no hablaban.
- Te equivocas –le respondió Puly-. Nosotros los juguetes podemos hablar cuando nuestro dueño es un niño bueno y honrado como tú, que nunca le haces daño a nadie, que siempre respetas a tus mayores y jamás dices mentiras.
Cuando volvieron sus padres Fulvio decidió contarles lo sucedido esa tarde.
- El osito Puly habla –les dijo -. Me llama por mi nombre porque ya me conoce y nos hemos hecho muy buenos amigos.
Los padres de Fulvio creyeron que lo contado por el niño era producto de alguna travesura o de su propia fantasía.
- ya sabes muy bien –le recordaron- que no nos gusta que imagines cosas y luego pienses que son ciertas.
Viendo que sus padres estaban algo disgustados, Fulvio trato de salir del paso de la forma más fácil y cómoda. También con ello quería evitar posibles dificultades.
- Está bien –dijo entonces- Osito Puly no habla.
Desde ese día el Osito Puly nunca más hablo.